
Limbo alucinante, la nueva película del ultra independiente cineasta argentino Tetsuo Lumiere puede ser considerada como una expansión del universo que presentó en su serie El coronavirus y yo, cuando el mundo entero estaba desbordado por la pandemia y el protagonista crea un portal para ir a un universo paralelo sin pandemia.
En Limbo alucinante el escenario general es el mismo: el coronavirus se esparce sin piedad a través del mundo, que está en estricta cuarentena, y el miedo ya se convirtió en pánico. León (Tetsuo Lumiere) es un inmigrante que tiene a su familia lejos, acaba de separarse de su novia y no tiene contacto con sus amigos. Entonces, abre un portal mágico para ingresar a una dimensión sin enfermedades. Para su sorpresa, termina ingresando a un limbo psicodélico y digital, y no a la otra dimensión que él esperaba. Y se termina encontrando con el mismo Coronavirus – entre otros entes.
Abunda la palabra hablada en Limbo alucinante: diálogos extensos, diálogos breves, soliloquios varios, reflexiones, voces en off… toda una construcción narrativa que Tetsuo ya venía trabajando desde hace un tiempo. Casi todo es dicho de una manera recitada, sin la musicalidad flexible del diálogo más coloquial. Y, en sus propios términos, es un modo del discurso que funciona bastante bien. Pero quizás se necesitan algunos silencios, pausas para que todo lo dicho decante. De tanto en tanto, puede llegar a agobiar un poco. Pero no tanto como para perder el interés, eso es seguro.

Por otra parte, es el artesanal diseño visual y sonoro lo que más me gusta del cine de Tetsuo. La imagen construida con todos tipos de recursos expresivos, desde la combinación y contraste entre formas y colores hasta las texturas y capas tonales casi tangibles. Animación, digitalización, filmación real, hacen un pastiche inteligente y estilizado. Así también trabaja el sonido: en consonancia y por contrapunto, a la par de un montaje preciso, el corte en el momento justo.
Formalmente, creo que ésta es su mejor película: hay una madurez estética y una seguridad en la puesta en escena bien consolidada. Nada es pour la gallerie, todo es para contar una historia bien contada.