
El cine de Eduardo Pinto en Cine.Ar
Durante durante las trasnoches de viernes a sábado de febrero, Cine.Ar exhibirá cuatro obras del inusual y provocativo cine de Eduardo Pinto. El viernes 9 a la medianoche va Corralón, una película esencial; el viernes 16 a la medianoche es el turno de La sabiduría, una película de venganza con Sofía Gala; y el viernes 23 cierra el ciclo con Sector Vip. Aquí un par de críticas que publiqué en el estreno de ambas películas:
Corralón
Juan (Luciano Cáceres) e Ismael (Pablo Pinto) son grandes amigos desde hace ya un buen tiempo y trabajan juntos en un corralón en Moreno. Montados en el camión, distribuyen pedidos de cemento, arena y ladrillos en distintas obras en construcción del conurbano bonaerense. Juan maneja el camión e Ismael lo carga. Cumplen con su trabajo al pie de la letra, pero no lo disfrutan ni un poquito. Están con ganas de hacer otra cosa, en otro lugar, y ganar buena plata. Pero por más que lo sueñen, lo que tienen es lo que hay.
Cuando no están trabajando, salen juntos por ahí a despejarse un poco, a tomar algo – o mucho, en el caso de Juan – y, básicamente, a matar el tiempo sin mayores pretensiones que escapar a la agotadora rutina cotidiana. Pero hasta estas salidas terminan siendo todas iguales.
Hasta que un día en una de esas idas para llevar materiales conocen a un matrimonio de ricos. Ella es, previsiblemente, rubia, y él es agresivo y petulante – a decir verdad, ella también. Son el tipo de personas que no dudan en insultar y humillar a los demás si es que las cosas no se hacen exactamente como ellos quieren. O si hay errores. Y eso mismo hacen con Juan e Ismael: bullying verbal, por así decirlo. Mejor no lo hubieran hecho nunca.
Porque Juan no se va a quedar parado mirando. Quizás por primera vez va a liberar toda su furia contenida y va a vengarse de estos dos ricachones de un modo tan inusual como cruel. Y no va a haber arrepentimiento que valga.

Corralón está escrita, fotografiada y dirigida por Eduardo Pinto (Palermo Hollywood, Buen día, día, Caño dorado) y es una película formalmente sólida y estéticamente expresiva. Filmada en blanco y negro, con un apropiado uso de planos secuencia y lentes gran angulares, sabe capturar muy bien el pulso y las texturas de un territorio agreste, marginal. Calles de tierra, bares medio desvencijados, lugares de paso decaídos, todo forma un contexto que condiciona a sus personajes, casi siempre para mal.
No es un terreno que el cine indie argentino retrate con frecuencia, pero Pinto parece conocerlo muy bien y de ahí resulta que la impresión general sea de una autenticidad inmediata. Por eso, sin duda, funcionan bien los climas opresivos y tensos que se construyen en distintos momentos de la historia. Porque nunca se sienten impostados.
A la inversa, el potencial dramático de la historia no está del todo aprovechado. En tanto historia singular de estos dos personajes, faltan dobleces y matices. Si bien Juan es un personaje que se hace más oscuro e insondable a medida que avance el relato, Ismael es un personaje chato, sin mucho para hacer más que acompañar. Por otro lado, el plan de venganza de Juan se demora mucho, y cuando después empieza a ejecutarse se queda un poco corto. Todo ameritaba para que Juan fuese más sanguinario en cada uno y todos los pasos de la venganza. Pero el final sí es sórdido en serio.
La sabiduría
En la sabiduría Eduardo Pinto (Palermo Hollywood, Dora, la jugadora, Corralón) ratifica, una vez más, su talento para el diseño visual y de sonido. No por nada también es un eximio director de fotografía que sabe construir climas que hacen que el espectador sienta que está dentro de la película y no observándola desde afuera. Incursionando en el cine de género, en este caso el subgénero de película de venganza propio del terror, Pinto narra la historia de tres amigas, Mara (Sofía Gala), Luz (Analía Couceyro) y Tini (Paloma Contreras) que van a pasar un fin de semana en la estancia La sabiduría, casi en el medio de la nada, en la provincia de Buenos Aires.
Sin internet, teléfono fijo, ni cobertura para telefonía móvil (todo un lugar común, aún así eficaz y legítimo) este es el momento para desconectarse del ajetreo de la gran ciudad y, en cambio, disfrutar de la paz y serenidad que la vida rural ofrece. Aunque, a decir verdad, no va pasar mucho tiempo hasta que se den cuenta de que este panorama idílico es ilusorio. Porque en una noche oscura y después de participar de un ritual ancestral con peones e indios, las tres chicas van a quedar envueltas en un círculo de violencia y sometimiento, como si de guerreros y cautivas se tratara. Como si la civilización hubiera desaparecido.

Pero estas son chicas de armas tomar y no se van a rendir tan fácilmente. No son solo los hombres lo que empuñan los revólveres y disparan con sus rifles. Las mujeres, mal que les pese a los machos, pueden ser feroces a la hora de defenderse y no dejan títere con cabeza.
A tono con los tiempos que corren, La sabiduría es un relato sobre mujeres empoderadas, una reflexión sobre un cambio de paradigma en el que el orden patriarcal es puesto en crisis, deconstruido y desarticulado. Como en casi todas las películas de venganza, el subtexto es lo que más importa y no tanto la trama en sí misma. Allí reside su cualidad subversiva y revulsiva. Y en el caso de la nueva película de Pinto, también hay una trama moderadamente atrapante. Es verdad que tiene algunas escenas previsibles, pero son típicas del género y funcionan relativamente bien – incluyendo alguna que otra alusión a La masacre de Texas. Hay no poco momentos de tensión y una agresividad poco común en el cine argentino más independiente. De hecho, el cine de género en sí mismo ya es inusual en Argentina. Para celebrar.