Cielo rojo, de Christian Petzold

Con un aire a Bergman en Sonrisas de una noche de verano y a Rhomer en Cuentos de las cuatro estaciones, Cielo Rojo (Rotter Himmel), la nueva película del alemán Christian Petzold, observa y le toma el pulso a un grupo de tres hombres y una mujer que pasan unos cuantos días en una casa de verano. Primero todo es un devenir, charlas y relatos y pasar el tiempo. Son vacaciones. Más sobre el final la historia muta hacia el drama, la tragedia. Ese cambio abrupto le da un impacto inesperado, uno se siente desesperanzado. Sobre todo porque todo cierra con la lógica de lo inexorable.

Leon (Thomas Schubert) es un escritor siempre insatisfecho, malhumorado y tal vez un poco misántropo. Su primea novela fue un éxito y la que está escribiendo ahora parece ser malísima. Viene a pasar sus vacaciones en una casa en el Báltico junto con su amigo Felix (Langston Uibel), quien es afable, extrovertido y vivaz. Y sí, son amigos. Pero resulta que en la casa se encuentran con Nadja (Paula Beer) quien también se vino de vacaciones por su cuenta sin avisar (es amiga de la madre de Felix). Tres son multitud y peor todavía cuando uno de los tres reniega tanto de esta convivencia obligada– Leon, por supuesto. Encima no mucho después se les suma Devid (Enno Trebs), un atractivo y seductor salvavidas.

Son charlas, miradas, comentarios fugaces y discusiones los protagonistas de buena parte de Cielo Rojo. Deseos eróticos cruzados que circulan en idas y vueltas entre este grupo formado medio al azar. Leon se encarga de remarcar todo lo incómodo que está, a los demás mucho no les importa, están demasiado ocupados en pasarla bien. Y entre tantos momentos en los que parece que no pasa nada – pero pasa mucho – se van reconfigurando las parejas y de a poco se conocen un poco más. Y nosotros a ellos.

Petzold establece una atmósfera general de distensión para después, de a poco, ir sugiriendo un in crescendo que no anuncia nada bueno. Se puede sentir que algo va a pasar. Y que no va a ser bueno. Esta vez no construye un thriller, como lo hizo en tantas de sus películas, pero apuesta a la comedia dramática que después deviene tragedia marcada por cielos rojos.

Hay también un par de inspiradas reflexiones sobre el arte del relato y la representación, temas muy presente en algunas de sus películas previas. Se sugiere que es la experiencia de lo vivido lo que seguramente construya el mejor relato, pero acá lo vivido está en continuo desplazamiento sin rumbo claro. Será cuestión de descartar el relato fosilizado a cambio de ese que exuda humanidad. Por eso Leon va a terminar escribiendo otro libro que ni siquiera él pensaba que podría escribir. Porque antes no existía.

Un tanto oscura y desesperanzada, Cielo rojo nos confronta con lo ominoso que está por venir pero también nos permite participar en el juego de los vínculos superficiales pero significativos de los ingenuos días veraniegos. Claro está, los amantes no pueden sino encontrar, a su vez, sus días más tristes.