Finalmente, después de dar muchas vueltas, con un poco de miedo por su metraje (últimamente confío poco en las películas que duran más de dos horas y media, considerando que se puede contar tanto con mucho menos tiempo) vi El irlandés, en la tranquilidad de mi hogar y en Netflix. Y lo primero que debo decir es que mi miedo estaba injustificado por completo. Lo segundo es que El irlandés es una maravilla que solamente puede hacer un cineasta que tiene una larguísima experiencia, con no pocas obras sobresalientes. Un cineasta consagrado en el mejor de los sentidos.
Cuando uno ve Dolor y gloria, otra gran película estrenada el año pasado, no puede sino pensar: “Y sí, querido Almodóvar, con tanta experiencia, pasión y compromiso con el cine que siempre tuviste finalmente lograste hacer tu gran obra maestra”. Lo mismo ocurre con Scorsese. Si no hubiera hecho Malas calles, Taxi Driver, Toro salvaje, Buenos muchachos y Casino con la entrega y la energía que lo caracteriza, El irlandés probablemente no habría existido. Lo que no significa que sea la suma de todas esas partes, sino algo que va mucho más allá.
Y no únicamente porque su narrativa funciona en espejo con sus películas previas, invirtiéndolas, expandiéndolas y resignificándolas, sino también porque tiene un guión estructuralmente perfecto y está filmada haciendo gala de una maestría formal admirable (y sin un ápice del narcicismo vacuo de tantos cineastas contemporáneos). No es exagerado decir que es uno de los más refinados ejemplos de clasicismo cinematográfico que ha dado el cine estadounidense en décadas. Como si todo esto fuera poco, El irlandés tiene las mejores interpretaciones que he visto en los últimos años. Sí, esas actuaciones que hacen no se puedan sacar los ojos de la pantalla.
Alguien podría decir: “Y bueno, están Al Pacino, Robert De Niro, Joe Pesci, Harvey Keitel… ¿qué podría haber salido mal?” A decir verdad, muchas cosas. Porque todos hemos visto a estos grandes actores fracasar en todo tipo de películas: algunas horribles y otras simplemente correctas, o incluso buenas. Sin embargo, sus interpretaciones fueron apenas prolijas, repeticiones de sí mismos tantas veces vistas. Aquí eso no pasa nunca: estos grandísimos actores crean personajes que no vimos nunca antes.
No solo eso. También están los otros intérpretes, como Anna Paquin, (esa niña que ganó del Oscar por La lección de piano (1993), pero para muchos de nosotros más recordada como la sensual y encantadora Sookie de la serie True Blood). Aparece en muy pocas escenas, creo que en tres o cuatro, casi sin diálogo. Sin embargo, solamente con miradas elocuentes expresa lo que nadie, pero nadie, se anima a decir. Por eso su silencio tiene un sentido dramático, y cuando finalmente habla, el efecto es demoledor. Es un personaje secundario de una importancia vital. Porque es ella la que sostiene la mirada moral en una historia donde la amoralidad es el pan de de cada día.
A esta altura, la trama de El irlandés es bien conocida. Scorsese adapta la novela “I Heard You Paint Houses”, de Charles Brandt, y Steven Zaillian (La lista de Schindler) escribe el guión. Es una película basada en hechos reales, pero nunca se sabe bien hasta qué punto lo que se narra ocurrió o no en la vida real. Esa es una de las mejores cosas que tiene El irlandés: interpretar y representar sin molestarse en documentar. Para eso ya hay libros, registros, material periodístico. Scorsese, en cambio, hace una ficción realista, que es a la vez crepuscular y elegíaca.
Así narra la historia de Frank Sheeran (Robert De Niro), un ex asesino a sueldo devenido mafioso que recuenta su vida desde sus días de camionero hasta su triste final en una residencia geriátrica, solo y abandonado. En primera persona, en un línea de tiempo en un presente lineal que es atravesada por numerosos flashbacks imprevistos y elipsis inteligentísimas, Frank habla de su pasado como soldado en la Segunda Guerra Mundial, de su ingreso a una famosa familia mafiosa, con Russell (Joe Pesci) a la cabeza, de su amistad con su socio Angelo (Harvey Keitel) y, eventualmente, de cómo se vinculó con el Jimmy Hoffa (Al Pacino), uno de los hombres más poderosos de la historia de los Estados Unidos. Nada menos que el fundador del sindicato de camioneros. Que, como todos sabemos, pueden parar un país entero con una huelga masiva de un día para otro.
Y en este enorme relato tan minucioso y abarcador, surge otro de una dimensión todavía mayor: el de los lazos del poder político en los Estados Unidos, de sus vínculos con la mafia y de cómo distintos jugadores aparecen y desaparecen para cambiar presidentes, comprar congresistas y darle forma a un país entero según la voluntad de los más poderosos. Así, la radiografía de este universo tan violento es contundente e implacable. Queda claro también que su resonancia es universal. Cualquier argentino puede trazar similitudes obvias con nuestro pasado y nuestro presente. Por eso, entre otras cosas, El irlandés es tan verosímil.
Y si bien el registro es el de los thrillers políticos y el de las películas de gángsters – no faltan las vuelcas de tuerca, los asesinatos, las traiciones – también hay una pátina de comedia negra que suma matices y riqueza tonal. Esta maestría en calibrar las oscilaciones de tono, el ritmo del montaje y los recursos de género hacen que las tres horas y media que dura El irlandés se pasen volando y que sea una de esas películas que uno quiere volver a ver enseguida.
Yendo aún más lejos, El irlandés puede verse como un drama épico y desgarrador. Porque, al fin de cuentas, la historia de Frank Sheeran y sus amigos no tiene nada de glamorosa. Tanto poder tiene límites muy marcados y el precio a pagar por un retazos de gloria es muchísimo más alto de lo que cualquiera podría haber imaginado. O no. Quizás todos intuían o sabían cómo iban a terminar. Eso todavía es más triste.
El Irlandés (The Irishman, EEUU, 2019). Puntaje: 10
Dirigida por Martin Scorsese. Escrita por Steven Zaillian, basado en la novela “I Heard You Paint Houses”, de Charles Brandt. Con Robert De Niro, Al Pacino, Joe Pesci, Anna Paquin, Harvey Keitel, Stephen Graham, Jesse Plemons, Bobby Cannavale, Aleksa Palladino, Domenick Lombardozzi, Kathrine Narducci, Ray Romano, Sebastian Maniscalco, Jake Hoffman, Jeremy Luke, Stephanie Kurtzuba, India Ennenga, J.C. MacKenzie, Gary Basaraba, Jack Huston, Larry Roman, Barry Primus. Fotografía: Rodrigo Prieto. Montaje: Thelma Schoonmaker. Música: Robbie Robertson. Duración: 210 minutos.