Ted Bundy: Durmiendo con el enemigo

En principio, es difícil imaginarse a Zac Efron interpretando a Ted Bundy. Porque Ted Bundy fue uno de los asesinos seriales más famosos de los EEUU que secuestró, torturó y asesinó a no menos de 30 mujeres en sietes estados durante los años 60 y 70. Un show del horror que llegó a su fin en 1978 cuando fue capturado en Florida, juzgado y condenado a la pena de muerte. Fue la primera vez en la historia que una ejecución fue televisada. Y quedó grabada en la memoria de un país para siempre.

Como tantos otros asesinos seriales, Bundy era carismático, atractivo y muy inteligente. Por eso, no le resultaba nada difícil embaucar a sus víctimas, siempre mujeres jóvenes, que jamás veían al lobo disfrazado de cordero. Incluso una vez capturado y durante el juicio muchísimas mujeres se agolpaban a la salida del tribunal para salir en su defensa. Es que Bundy las hipnotizaba.

Efron, por su lado, es más que atractivo, es bellísimo, y también es carismático y muy seductor. Para más, el rostro de Efron, con la iluminación y el maquillaje adecuado, se parece mucho al de Bundy. Da con la altura y la contextura física, al menos mientras el actor no muestre su torso torneado. Otro punto a su favor: Efron estudió casi a la perfección el lenguaje corporal del asesino e incluso su tono de voz. O sea que quizás sí podría ser un buen Bundy. ¿Qué podría salir mal, entonces?

Lo que salió mal es lo más importante de todo: la mirada. Basta con ver una sola entrevista a Ted Bundy (en YouTube hay varias) para sentir escalofríos al contemplar el abismo de oscuridad que hay en sos ojos. Es una mirada que compite cabeza a cabeza con la de Charles Manson. En cambio, la mirada de Efron es dulce, amigable y vital. Ni por un segundo es posible creer que detrás de esos ojos hay un asesino serial despiadado. Por más esfuerzos que hace Efron, Bundy aparece apenas y muy a medias.

Ése el primer problema, claramente insalvable, que tiene Ted Bundy: Durmiendo con el enemigo, dirigida por Joe Berlinger y adaptada del libro de Elizabeth Kloepfer, novia de Bundy durante muchos años. En su libro, Kloepfer narra su vida con Bundy desde el comienzo del romance hasta que finalmente pudo aceptar que su novio era un asesino serial. Se dice que nunca hay que subestimar el poder de la negación y en el caso de Kloepfer esto fue una verdad absoluta. Así, la película está mayormente narrada desde su punto de vista y deja de lado los crímenes de Bundy. Es la historia de su propio tormento (al menos hasta el juicio, donde cambia el punto de vista de la narración).

Y ése es el segundo problema: se hace casi imposible empatizar con su novia. Como personaje, no tiene espesor ni volumen, es apenas la representación de la negación y nunca se explora con profundidad cómo fue posible que dejara pasar por alto tantas alarmas. Se ve su dolor y su miedo a medida que se va dando cuenta de la verdad, pero no se siente. Nos resulta ajeno. Observamos el drama, pero no nos importa.

También es casi imposible preocuparse por Bundy considerando las aberraciones que cometió. Pero, en verdad, esto tiene que ver con la superficialidad en la construcción del personaje y del guión, no necesariamente en la monstruosidad de Bundy. Porque tomemos como ejemplo la muy poco vista Dahmer (2002), dirigida por David Jacobson, una modesta pero eficaz película que narra gran parte de la historia de Jeffrey Dahmer, otro de los más notorios asesinos seriales de EEUU, también caníbal y necrófilo. Gracias a la habilidad en la construcción del personaje, aquí sí es posible acercarse a su angustia, su desamparo, su condición de outsider por ser gay y, sobre todo, a su inconmensurable soledad y sensación de abandono. Es posible entenderlo, aunque no justificarlo. Aparte, es una historia narrada desde el propio desgarro de Dahmer, no desde una mirada externa.

En el caso de Ted Bundy: Durmiendo con el enemigo lo que sí funciona un poco mejor son las escenas del juicio, en las que John Malkovich hace una breve pero intensa aparición como el juez del caso. Son escenas que muestran los hechos tal como ocurrieron, el narcisismo medio delirante de Bundy es perversamente atractivo y atemorizante a la vez, y en términos generales el escenario de emociones desatadas es verosímil. Claro que también se podría cuestionar cuál es el sentido de reconstruir – y no resignificar- estas escenas tal como se pueden ver en los videos reales sobre el juicio que también están en YouTube.

Entonces, no hay que pensar mucho para entender la razón de ser del segundo largo de ficción de Berlinger (su ópera prima de ficción fue la desastrosa Proyecto Blair Witch 2) dado que tiene que ver más con el marketing que con el cine. Es una película pensada para una audiencia masiva que no conoce nada o casi nada de Bundy y que tampoco se hace muchas preguntas sobre el cine como arte de la representación. Es una película más con problemas notorios que son invisibles para muchos.

Aún así es curioso que sea Berlinger quien haya hecho esta película considerando su extensa y laureada trayectoria como documentalista, que incluye la angustiante trilogía Paradise Lost acerca de Los Tres de Memphis, y el documental de Netflix Conversations with a Killer: The Ted Bundy Tapes, que está articulado exclusivamente con grabaciones donde Bundy habla de su vida y de sus crímenes con lujo de detalles. Diez minutos de este documental de Netflix tienen mucho más impacto que los 110 de la ficción.

Ted Bundy: Durmiendo con el asesino (Extremely Wicked, Shockingly Evil and Vile, EEUU, 2019). Puntaje: 5

Dirigida por Joe Berlinger. Escrita por Michael Werwie. Con Zac Efron, Lily Collins, Kaya Scodelario, John Malkovich, Jeffrey Donovan, Angela Sarafyan, Dylan Baker, Brian Geraghty, Jim Parsons, Haley Joel Osment. Fotografía: Brandon Trost. Música: Marco Beltrami, Dennis Smith. Duración: 110 minutos.