La mula, la nueva película dirigida y protagonizada por Clint Eastwood, está basada libremente en un artículo del New York Times acerca de la increíble, pero verdadera historia de Leo Sharp, un hombre de 87 años, veterano de la guerra de Corea, que trabajó como mula transportando en una camioneta grandes cargamentos de cocaína para un cartel mexicano – y no durante poco tiempo. Antes de traficar drogas, este buen hombre se dedicaba a cultivar lirios en una pequeña granja en su casa y luego los comercializaba de un modo más bien artesanal. Pero con la irrupción de Internet, las ventas online y el auge de la cultura de la imagen, Sharp se quedó muy atrás y su negocio se vino abajo casi por completo. Fue entonces cuando tuvo la oportunidad de convertirse en mula. Porque, ¿quién iba a sospechar de un viejito de 87 años que recorría el país entero en una camioneta y que apenas sabía usar un celular?
Obviamente, nadie. De todas maneras, después de casi de 10 años, fue apresado por la DEA y condenado a tres años de prisión. Pero, por motivos de salud, fue liberado al cumplir solamente un año. No mucho tiempo después falleció de causas naturales a los 92 años, en 2016. En cuanto a La mula, la película, es imposible saber cuánto de la vida de Sharp está en la película y cuánto es parte de la ficción que Eastwood construye. Pero eso poco importa. Lo que sí importa es que la película – escrita por Nick Schenk, de Gran Torino – abarca unos cuantos de los temas favoritos del director: la culpa, el arrepentimiento, la posibilidad del perdón y la inevitabilidad del paso del tiempo.
Como es de esperar, es una película filmada con el profesionalismo y la elegancia típicos de Eastwood, muy bien interpretada por actores convincentes, narrada ágilmente y con un rumbo preciso, sin material de relleno, dentro del molde del drama, que en este caso va de la mano del thriller y algo de comedia. Son todos méritos indudables, pero curiosamente no dan como resultado una gran obra. Lejos de estar entre lo mejor del director, y también de lo peor, La mula se deja ver y, por momentos, es muy divertida. Entretenida es siempre. Aunque sea una de esas películas que se olvidan con rapidez. O no tanto. Porque Eastwood tiene fans incondicionales, así que su nueva película tiene un espacio asegurado.
Earl Stone es el personaje que se construye a partir de Leo Sharp. Narcisista y perfeccionista, seductor y galante, pero también hosco e individualista, poco expresivo en lo afectivo y no muy altruista, Stone se ha dedicado siempre, en primer lugar, a su carrera como horticultor, y recién después, en segundo o tercer lugar, a su familia. Lo que le costó la separación de su esposa (una maravillosa Dianne Wiest), el alejamiento de su hija (Alison Eastwood), quien tiene mucho para reprocharle, y un vínculo también lejano, pero cálido, con su nieta (Taissa Farmiga). Eventualmente, Earl se va a dar cuenta, de verdad, del precio que está pagando y del precio que le hizo pagar a los otros. Es que ya está sobre el final de su vida y es deseable que se detenga a hacer un poco de introspección mientras el tiempo le alcance.
Por el lado de las drogas, hay una investigación policial en paralelo (y ahí aparece Bradley Cooper como un agente de la DEA) y hay un thriller que se va armando sin prisa ni pausa. Y sin mucha tensión ni brío. Aunque quizás no era esa la idea y solo se trataba de utilizar usa trama para mostrar un abanico de colores lavados del sueño americano ya desplomado. Y así La mula habla de la xenofobia y el racismo del norteamericano promedio (más en el centro y el sur del país); de la indefensión y exclusión, también, de los viejos en un mundo de jóvenes; de las pocas oportunidades laborales para una buena parte de la población; del quiebre de un contrato social; de las fuerzas policiales y los políticos que dejan libres a las grandes mafias y, en cambio, apresan a los más débiles. Y de unas cuantas cosas más.
Se podría decir que no hay mucho acá que Eastwood no haya explorado antes. No en lo anecdótico, por supuesto, sino en los temas de fondo. Entonces, se puede pensar La mula como una especie de testamento, un legado. Lo que pasa, a la vez, que haber visto todo esto antes le quita una cuota de sorpresa y de originalidad a esta historia en particular. Y ese déjà vu se repite en varias partes de la película,. Es como asistir a un concierto ejecutado con maestría y refinamiento, pero sin nada que sea particularmente conmovedor.
Una cosa más: Eastwood se tomó una libertad para nada menor al alterar el final de la historia real en su película. En una escena clave, Earl Stone dice algo que Leo Sharp jamás dijo ni diría. Es más, casi que dice todo lo contario. Es verdad: La mula no es la historia de Leo Sharp, por lo que cada director hace lo que quiere con su material. Lo que es significativo, y un poco molesto, es el giro aleccionador que se desprende de la siempre conservadora mirada del director. Aún incluso cuando también es crítico. Como si a último momento tuviera que dejar en claro cómo deben ser las cosas.
La mula (The Mule, Estados Unidos, 2018). Puntaje: 7
Dirigida por Clint Eastwood. Escrita por Nick Schenk, Sam Dolnick. Con Clint Eastwood, Bradley Cooper, Michael Peña, Taissa Farmiga, Laurence Fishburne, Ignacio Serricchio, Alison Eastwood, Dianne Wiest, Andy García, Clifton Collins Jr. Fotografía: Yves Bélanger. Música: Arturo Sandoval. Duración: 116 minutos.