“En la adolescencia todo parece más intenso: las heridas más dolorosas, las verdades absolutas, los amigos incondicionales, los enemigos irreconciliables, los juicios terminantes. Sin embargo, todo resulta efímero y cambiante. Los cuerpos, los pensamientos, todo parece eterno y todo muere a cada instante. Mi objetivo fue retratar, en tono de comedia, esa vulnerabilidad que se siente al ingresar en un mundo con reglas desconocidas”, dice Diego Lublinsky acerca de Amor urgente, su ópera prima que no se parece a casi nada que se haya hecho antes en el cine argentino. O, mejor dicho, sí se parece a Hortensia (2015), una sensible comedia acerca de una adolescente con problemas varios, que Lublinsky co-dirigió con Álvaro Urtizberea.
Amor urgente narra el encuentro fortuito entre dos adolescentes: Pedro y Agustina, dos chicos que sienten que les cuesta encajar – y no se sabe siquiera si quieren hacerlo – en su pequeño mundo conformado por su pueblo, el colegio, sus compañeros, y la relación con sus padres. El pueblo/ pequeña ciudad donde viven se llama Resignación y su nombre evoca a la perfección el estado de ánimo general de sus habitantes. Agustina es la recién llegada, junto con su madre, una diestra modista que tiene una lencería. Pedro es una especie de perdedor – aunque sí tiene un amigo de fierro – bastante tímido y un poco torpe. No pasa mucho tiempo hasta que Pedro y Agustina se conozcan, se gusten, y consideren la idea de tener un acercamiento sentimental y sexual. Que, considerando sus edades y su contexto, de fácil no tiene nada.
La primera gran sorpresa de Amor urgente – que no lo es tanto considerando a su antecesora, Hortensia – es la estética de pura artificialidad y formalismo a ultranza a la que recurre Lublinsky. En todo caso, es una sorpresa considerando que el cine argentino está casi monopolizado por una obsesión de realismo (que, muy a su pesar, más de una vez termina siendo artificial). En cambio, los personajes de Lublinsky hacen una síntesis interesante: sus diálogos, sus patrones de habla, bien pueden ser realistas, pero el modo en el que los actores los interpretan tiende a alejarse bastante del realismo. O, en algunos casos, es al revés: las actuaciones son más o menos realistas mientras que los diálogos tienden a ser artificiales. Porque, a pesar de lo pueda parecer a simple vista, no todo es siempre igual en esta estética tan personal.
Claro que se trata de estereotipos deliberados. Es fácil reconocer a estos chicos, chicas, hombres y mujeres de pueblo. También sus códigos, rituales e idiosincrasia son conocidos. Lo que no es propio de los estereotipos – y acá otra vez hay un contrapunto llamativo – es la óptica sensible y matizada del realizador a la hora de explorar lo que les pasa a sus criaturas. Aquí el abordaje da cuenta de una tristeza subterránea, de heridas que no cierran, de procesiones que van por dentro desde quién sabe hace cuanto tiempo. Nada es estereotipado en el modo de mirar. Por eso, a medida que la película avanza, se van descubriendo capas que no se anticipaban, cierto espesor que resignifica todo lo que ya se vio.
Desde los fondos proyectados hasta la puesta teatral, pasando por una iluminación formalista por donde se la mire (el siempre deslumbrante Willi Behnisch es el director de fotografía) todo este universo de colores rozagantes y cuerpos frágiles solamente puede tener este look en el mundo de esta película. Pero los conflictos de estos adolescentes son bien del mundo real. En Amor urgente el contraste entre lo artificial y lo real es más que bello estéticamente, es movilizante desde lo emocional. Quizás es porque es tan genuina. O por la mirada empática y no complaciente de Lublinsky. Tal vez es mucho simple: porque nos hace acordar de lo que alguna vez nos pasó a nosotros. Nos hace ser testigos y protagonistas a la vez. Por eso uno vive esta película como una experiencia encantadora.
Se le puede objetar un exceso en la duración. Unos 10 o 15 minutos menos le habrían dado un impacto mayor y habrían evitado cierta repetición involuntaria. Porque el sentido del humor – asordinado, a veces absurdo, seco – se sostiene durante un tiempo y después puede llegar a tornarse un poco mecánico, como un ejercicio ejecutado con destreza, pero ejercicio al fin. Pero esto no quita la belleza y el lirismo de no pocas escenas, tanto desde lo estético como desde lo afectivo. A veces hasta parece que estamos en el terreno de los sueños.
Amor urgente (Argentina, 2018). Puntaje: 7
Dirigida por Diego Lublinsky. Escrita por Diego Lublinsky, Pablo Schuff. Con Paula Hertzog, Martín Covini, Paola Barrientos, Miranda de la Serna, Brian Sichel. Fotografía: Willi Behnisch. Música: Panchi Quesada, Marcelo Etchemendy, Jorge del Azar, Poncho, Simón Poxyran. Dirección de arte: Cristina Tavano. Montaje: Diego Lublinsky. Sonido: Catriel Vildosola. Duración: 90 minutos