La infancia de Juana de Arco

Ya desde el cine mudo en adelante Juana de Arco ha sido una heroína representada desde distintas ópticas y todas, en mayor o menor medida, tienen sus méritos. Dreyer plasmó su martirio con elocuentes primeros planos de María Falconetti; luego, unas cuantas décadas más tarde, Florence Delay la encarnó para hacerla “real e inmediata”, tal como Bresson quería; Rivette eligió a Sandrine Bonnaire para su Juana de Arco, jamás idealizada; Ingrid Bergman, de la mano de Fleming, fue altisonante al estilo del mejor Hollywood; y Besson encontró en Mila Jovovich a una belleza sensual y aguerrida. Todas singulares, todas irrepetibles.

Y ahora el interesantísimo Bruno Dumont crea una Juana de Arco también única: esta vez es apenas una niña interpretada por Lise Leplat Prudhomme y el género no es la biopic sino el musical. Sí, La infancia de Juana de Arco es un musical, y encima no es para nada convencional. Un abordaje arriesgado pero no caprichoso que va contra la corriente y sin embargo encuentra su propio cauce. Claramente, no es una película para todos los gustos, pero el cine de Dumont nunca lo fue. Lo que importa es que una versión que pone en escenas aspectos pocas veces antes examinados y lo hace con sentido del humor y espíritu lúdico – aunque no por eso acrítico.

Basada en las novelas de Charles Péguy, La infancia de Juana de Arco explora los aspectos esenciales de los textos de Péguy, está actuada por actrices no profesionales, transcurre prácticamente en una sola locación – un zona al aire libre, con arbustos, arena, algunos animales y un río aledaño – y se sirve del registro directo del canto, a veces a capella, al que luego se le agrega la música del metalero Igorr. Nadie canta a la perfección acá, ninguna de las mujeres es una cantante eximia. No es la idea. Juana y otros personajes que van a ir apareciendo – entre ellos, las hermanas Gervaise – cantan como mejor les sale y eso hace que todo el pequeño gran espectáculo sea todavía más interesante.

Claro que este realismo en el canto deliberadamente choca con la artificialidad propia del musical en tanto género – y más aún de uno que se distancia del gran show – así como lo hacen las interpretaciones bordeando el naturalismo, el uso de la luz natural en vez de fuentes artificiales, y la ausencia de objetos y elementos que den un contexto. El resultado es una atmósfera con cierto enrarecimiento, como si se estuviera viendo la realidad tal cual es, pero filtrada a través de la artificialidad y la teatralidad. Para muchos espectadores esto puede ser muy atractivo ya que, por ejemplo, tanto despojo invita a prestar mucha atención al texto de las canciones. Y es tan novedoso como singular. Pero para otros tantos espectadores quizás resulte decepcionante. Pueden no conectar con una apuesta tan extrema, esperar que en algún momento cambie, y la verdad es que no cambia nunca.

La historia como tal abarca la infancia y también la juventud de la mítica heroína, a medida que se topa con otros personajes en su camino. Las reflexiones sobre la situación de Francia frente a la dominación de los ingleses, o el cuestionamiento a la religión institucionalizada, o las críticas al cristianismo son apenas algunas de las preocupaciones del director. También, a pesar de lo que pueda parecer a simple vista, La infancia de Juana de Arco no es una película donde el estilo lo es todo, sino que al mismo tiempo está muy bien anclada en sus contenidos. No se trata de impresionar con el virtuosismo formal porque sí. Claro que la cohesión estilística y la perfecta ejecución de una narrativa pocas veces vista hacen que sea la forma fílmica lo que primero sobresale.

Que sea una película entretenida o no depende de la disposición y el gusto del espectador. Que es una película que sabe lo que quiere y cómo conseguirlo es una verdad absoluta. Eso, sin duda, es digno de aplaudir.

La infancia de Juana de Arco (Francia, 2017) Puntaje: 8

Escrita y dirigida por Bruno Dumont, basada en las novelas de Charles Péguy. Con Lise Leplat Prudhomme, Jeanne Voisin, Lucile Gauthier, Victoria Lefebvre, Aline Charles, Elise Charles, Nicolas Leclaire. Fotografía: Guillaume Deffontaines. Montaje: Bruno Dumont, Basile Belkhiri. Sonido: Philippe Lecoeur. Duración: 105 minutos.