Invisible, de Pablo Giorgelli

La vida de Ely (Mora Arenillas) no tiene nada de fácil. Tiene 17 años, esté en el último año de la escuela secundaria, vive con su madre depresiva en un barrio de monoblocks, trabaja en una veterinaria donde gana poco dinero, y está embarazada de un compañero de trabajo, un hombre casado más grande que ella. Al menos tiene una mejor amiga, pero eso no mitiga mucho la soledad y desprotección general. Por eso se entiende muy bien por qué no quiere ser madre y prefiere abortar. Lo que, por otro lado, también tiene su costo emocional. Pero, considerando el escenario que la rodea, Ely no tiene otra opción.

O al menos eso parece al comienzo de Invisible, la segunda película del argentino Pablo Giorgelli, director de la sensible Las acacias, otra historia de soledades que merece todos los premios internacionales que recibió. Invisible, en cambio, si bien tiene tantos méritos formales como su ópera prima, es una película complicada en su ideología, voluntariamente o no. Plantea un tema complejo, señala varios de sus matices, pero elige un camino y un final que no terminan de ser del todo verosímil para con la propia lógica de su protagonista y sus circunstancias. Llega hasta un punto y después elegantemente se desentiende de las consecuencias de la decisión de Ely. Y ahí radica su mayor flaqueza, que no es poca cosa.

Sobre todo, considerando la importancia del debate actual por el derecho al aborto seguro, legal y gratuito, Invisible podría haber tenido una actitud más reflexiva. Porque, como cualquier chica atravesando una situación similar, Ely puede o no abortar, puede tener el hijo y darlo en adopción o no hacerlo, puede decidir hacer una cosa y después arrepentirse, puede tener miedo y no animarse, puede tomar una decisión equivocada y darse cuenta recién cuando es tarde, puede hacer lo que quiera o lo que pueda, y ninguna decisión, en sí misma, es condenable. No es la decisión individual lo que hay que cuestionar acá.

Pero sí hay una dimensión política que la película adquiere y que inevitablemente se desprende de la decisión individual de la protagonista. Y sí tiene que existir cierta lógica en sus elecciones, aunque esa lógica tenga contradicciones. En este caso, en cambio, la lógica de las decisiones de Ely parece impuesta desde afuera, desde la buena conciencia de un guión que tiene problemas para resolver la naturaleza más profunda de los conflictos que plantea. A veces incluso da la impresión de que intentase estar de acuerdo, al mismo tiempo, con posturas opuestas en relación al aborto. Pero muchas otras veces, sin querer o queriendo, Invisible hasta puede ser utilizada como una facilista alegato pro vida.

En otros aspectos, en lo que se refiere al meticuloso y austero trabajo de cámara y puesta en escena, el montaje bien afinado, el uso de los silencios y las pausas, el adecuado uso dramático del fuera de campo, la progresión de una narrativa bien articulada, y más que nada en la excelente interpretación de Mora Arenillas que nunca da un paso en falso, no hay nada que reprochar. El realismo social que Giorgelli busca está bien logrado, no hace ruido por ningún lado. Aunque, en una película con esta temática, son otras las cuestiones que deberían haber estado mucho mejor elaboradas. Eso es obvio.

Invisible (Argentina, Uruguay, Brasil, Alemania, Francia, 2017). Puntaje: 5

Dirigida por Pablo Giorgelli. Escrita por Pablo Giorgelli, María Laura Gargarella. Con Mora Arenillas, Mara Bestelli, Diego Cremonesi, Agustina Fernández, Paula Fernández Mbarak, Jorge Waldhorn. Fotografía: Diego Poleri. Música: Pedro Onetto. Montaje: María Astrauskas. Dirección de arte: Ailí Chen. Sonido: Edson Secco, Martín Litmanovich. Duración: 86 minutos.