En los Oscars a Yo soy Tonya le pasó algo muy parecido a lo que le pasó a Lady Bird: ambas tienen no pocos logros, son películas independientes que apuntan a un público más bien diverso en su mirada, tuvieron varias nominaciones y tienen actuaciones de primera línea. Pero fueron casi completamente ignoradas en el momento de entregar las estatuillas. Yo soy Tonya, al menos, ganó un muy merecido Oscar a Mejor Actriz Secundaria para Allison Janney, mientras que Lady Bird no ganó nada de nada. Ninguna de las dos llevó mucha gente al cine, a pesar de las buenas críticas y el buen boca a boca. Se podría decir que junto con la extraordinaria El hilo fantasma, de Paul Thomas Anderson, que recibió apenas un lastimoso Oscar a Mejor Vestuario, éstas son las películas que son nominadas para después no ser premiadas. Nominarlas es solo un gesto. Queda bien hacerlo, pero Hollywood no se las toma en serio.
Lo que hace que sea importantísimo tomárselas en serio. Porque gusten más o gusten menos, claramente no son más de lo mismo. Yo soy Tonya no será una genialidad, sobre todo porque no pretende serlo. Pero es una película singular, con tanta empatía como falta de sensiblería hacia su protagonista, con una mirada realista y desprovista de todo glamour sobre cierta Norteamérica que se sabe que de amigable no tiene nada. Una película sobre mujeres donde la madre de la protagonista – un personaje más complejo de lo que parece a simple vista- es tan importante como ella misma, a veces incluso más. Y sobre familias disfuncionales, matrimonios violentos, sueños alcanzados y luego perdidos, y todo el falso glamour del patinaje sobre hielo que seguramente nunca fue Disney On Ice.
Dirigida por el australiano Craig Gillespie (Lars and the Real Girl, Noche de miedo, Horas contadas) como si fuese un falso documental, Yo soy Tonya narra la historia del arduo camino al éxito y a la fama de la patinadora profesional y competidora olímpica Tonya Harding (Margot Robbie, memorable), la única norteamericana capaz de hacer el salto triple axel, hazaña grandiosa si la hay, cuya carrera lamentablemente quedó trunca al haber sido implicada en una seria agresión a otra patinadora del equipo olímpico, Nancy Kerrigan. Inhabilitada para seguir patinando en cualquier circuito profesional, Tonya después tuvo que dedicarse a ser boxeadora, sin mucho éxito ni fama.
Oscilando entre el drama más duro y la comedia negra más descarnada, en un registro con similitudes con el de los hermanos Coen, Yo soy Tonya se articula alrededor de entrevistas y flashbacks de sus protagonistas, a saber la famosa patinadora, su abusiva y misántropa madre, LaVona (Allison Janney, impecable), la comprensiva entrenadora de Tonya, Diane (Julianne Nicholson), y su ex- esposo golpeador, Jeff (Sebastian Stan). Cuanto de verdad hay en esta biopic, no se sabe. Probablemente, mucho ya que su guionista asegura haber entrevistado a la verdadera Tonya y a su ex – esposo, y dice también haber respetado gran parte de su historia. Igual, poco importa cuán fiel sea. Lo que sí importa es que este relato es tan verosímil como atrapante. Y sí, también es conmovedor.
Porque la historia de Tonya es dura y sufrida, porque ser pobre y redneck garantiza que muchas puertas se cierran y muchas otras tampoco se abren, porque crecer en un clima de violencia y maltrato deja secuelas indelebles, porque el sueño americano es para unos pocos y porque perderlo todo casi sin haberlo disfrutado se puede sentir como el peor de los fracasos. No es poco para una sola vida.
Algunos críticos han señalado que hay por parte del realizador cierto desprecio y condena hacia sus propios personajes y también aspectos morbosos en la representación de sus miserias. Lo mismo se dice muchas veces de los hermanos Coen. No podría estar más en desacuerdo. Creo, por el contrario, que si hay aspectos miserables, hasta es deseable retratarlos tal como son, así de repelentes. ¿Por qué edulcorarlos? ¿Por qué apelar a la moderación? ¿Por qué no explotar un poco más un escenario que es realmente oscuro?
No creo, ni por un momento, que aquí hay, de base, ni un ápice de condescendencia hacia los personajes. Ellos son así como se muestran. Aparte, sí hay una mirada comprensiva hacia el derrotero personal y familiar de la protagonista y hacia la discriminación que sufre por parte de gran parte de la sociedad por ser, precisamente, una redneck, una mujer parte los white trash que un sector de Norteamérica tanto rechaza. Ésas son las historias que la película tan honestamente retrata.
Yo soy Tonya (I, Tonya, EEUU, 2017). Puntaje: 8
Dirigida por Craig Gillespie. Escrita por Steven Rogers. Con Margot Robbie, Sebastian Stan, Allison Janney, Julianne Nicholson, Paul Walter Hauser, Bobby Cannavale. Fotografía: Nicolas Karakatsanis. Música: Peter Nashel. Montaje: Tatiana S. Riegel. Duración: 121 minutos.