The Post, de Steven Spielberg

Es inevitable pensar en Todos los hombres del presidente al ver The Post. Porque la película de Alan J. Pakula (de 1976) narraba con absoluta precisión y un sostenido pulso dramático la historia de los periodistas Bob Woodward y Carl Bernstein, del Washington Post, y su exhaustiva investigación que terminó revelando todos los detalles del escándalo de Watergate que obligó al presidente Richard Nixon a renunciar. El público y la crítica celebraron este clásico del glorioso período llamado New Hollywood, que tuvo un merecido reconocimiento y ganó cuatro Oscars, incluyendo mejor guión adaptado.

Por su parte, The Post, la nueva película de Steven Spielberg, nominada al Oscar a mejor película y a mejor actriz para Meryl Streep, se focaliza en la historia de la publicación de “the Pentagon Papers”, unas 7000 páginas de documentos secretos sobre la participación de los EEUU en la guerra de Vietnam, que dejaban muy en claro que durante cinco presidencias seguidas el gobierno le había mentido descaradamente al pueblo norteamericano, había manipulado la información, y quizás lo peor de todo era que había prolongado una guerra aún ya sabiendo que estaba perdida, con la consecuentes muertes innecesarias de miles de soldados.

Este otro escándalo tuvo su génesis cuando Daniel Ellsberg, asesor del Secretario de Defensa Robert McNamara, filtró los documentos a la prensa, primero al New York Times y luego al Washington Post, ambas publicaciones luego amenazadas por el gobierno de Nixon para evitar que el contenido de los documentos se hiciese público. Numerosos incidentes se sucedieron, algunos a favor de los periódicos y otros en contra. Para no arruinar el suspenso, es mejor conocer los detalles recién a medida que avanza la trama.

Aquí en The Post los protagonistas son Kay Graham (Meryl Streep), la dueña del Washington Post tras el suicidio de su esposo, y Ben Bradlee (Tom Hanks), el director periodístico. Van a aparecer, también, muchos otros personajes que abogarán (o no) por la publicación de los documentos secretos, lo que da lugar a una serie de conflictos éticos, morales, políticos y partidarios. Porque en este escenario tan complejo no hay ni una sola decisión sin consecuencias.

Casi toda la primera mitad de la película es, básicamente, un gran preámbulo para el conflicto central. Es claro que hay que dar mucha información y hay que hacerlo del mejor modo posible, es decir dosificándola cuidadosamente y no dejando nada relevante de lado. Y Spielberg sabe muy bien cómo narrar. Ya lo ha demostrado varias veces.

Sin embargo, aún así hay demasiada información y por eso no debe sorprender que haya un exceso de datos, nombres, sospechas, más datos, más nombres, más sospechas … sumados a no pocos problemas internos y mentiras de todo tipo. Entonces, por momentos, esta primera parte se hace demasiada dialogada, no tan ágil como sería deseable, quizás localista por demás y no muy emocionante. Es posible pensar que se podría haber contado menos de un todo tan vasto para así impactar más y mejor en algunas situaciones particulares y en las nociones más universales del conflicto.

Que es exactamente lo que ocurre en la segunda parte. Porque una vez que se plantea la cuestión de publicar o no publicar, a qué precio hacerlo, o bien qué precio pagar por no hacerlo, acatar la ley o intentar burlarla, es justo a partir de este momento cuando The Post avanza como una topadora y no deja títere con cabeza. Toma carrera, transita momentos de tensión y otros de puro suspenso, aborda temas de carácter político pero también dramas de naturaleza intimista. Y todo está ejecutado con admirable precisión narrativa, sin un solo paso en falso.

De más está decir que, una vez más, Meryl Streep está impecable. Pero aquí no es una mujer fuerte que todo lo domina ni comanda su propio destino sin dudar un segundo. En cambio, es una mujer con cierta fortaleza, pero no por eso no vulnerable. Es, también, una mujer en un mundo de hombres que no la toma en serio. Una mujer con un sentido ético y moral profundo, pero con compromisos de carácter personal que dificultan obrar con toda la libertad del mundo. Es, eso sí, un personaje tan complejo como tantos que ella ya ha interpretado. Y como ya es típico, esta actriz consumada elige no obnubilar o impresionar con su actuación y, en cambio, despliega sutiles tonos y matices a un ritmo que le permite construir su personaje en profundidad.

Del camino que atraviesan los personajes en su defensa de la libertad de prensa se desprenden unas cuantas ideas acerca de EEUU, que bien pueden aplicarse a las realidades de muchos otros países. Sin ir más lejos, Argentina. Porque The Post es un alegato (en el mejor sentido de la palabra) a favor de la responsabilidad de los medios a la hora de informar con la verdad. Más precisamente, enfatiza a más no poder la obligación que tienen de ser fieles al pueblo y no a sus dirigentes. Un país que vive sumido en una o varias mentiras es un país cuya historia está condenada a repetirse y cuyos horrores del pasado seguramente habitarán todo presente y todo futuro. Nada que nadie no sepa aunque muchos prefieran olvidarlo.

The Post (The Post, EEUU, Reino Unido, 2017). Puntaje: 7

Dirigida por Steven Spielberg. Escrita por Liz Hannah, Josh Singer. Con Tom Hanks, Meryl Streep, Bob Odenkirk, Bruce Greenwood, Tracy Letts, Allison Brie, Carrie Coon, Jesse Plemons, Michael Stuhlbarg, Sarah Paulson. Fotografía: Janusz Kaminski. Música: John Williams. Montaje: Sarah Broshar, Michael Kahn. Duración: 116 minutos.