Entre dos mundos, de Miya Hatav

Bina (Maya Gasner), una mujer judía religiosa y ortodoxa, llega desesperada a un hospital buscando a su hijo Oliel, quien resultó gravemente herido y está ahora en coma a raíz de un atentado terrorista que ocurrió unos minutos antes. Es la primera vez que lo ve después de muchos años ya que él había dejado la casa familiar para vivir una vida más libre, sin tanto peso religioso. También Meir (Yoram Toledano) y Esti (Veronica Nicole), padre y hermana de Oliel, se acercan al hospital. Si bien los tres son religiosos ortodoxos, no dejan de darse cuenta de que el estado clínico del joven es gravísimo y que bien puede morirse de un momento a otro. Y quizás Dios no pueda ayudarlo. Solo resta esperar y ver qué pasa.

Al mismo tiempo, Sarah (María Zreik), una joven atractiva y cariñosa, llega desolada para ver a Oliel. Pero a todos, incluyendo a los médicos, les dice que viene a ver a su padre, un hombre que hace más de una semana también está en coma. De más está decir que ese hombre no tiene vínculo alguno con Sara. No pasa mucho tiempo hasta que Bina y Sarah se conocen y, dadas las circunstancias, se empiezan a sentir acompañadas. Es evidente que Sarah es de gran ayuda para Bina, quien apenas puede contar con su marido obsesionado con curar a Oliel por medios religiosos. Sin embargo, Sarah esconde un secreto que no es menor y que los padres de Oliel nunca deben saber. La joven samaritana (que, en realidad, no se llama Sarah) va a ocultar su secreto a toda costa. Al menos hasta que Oliel se recupere.

No es difícil adivinar quién es la chica que dice llamarse Sarah y por qué está en el hospital. Pero es mejor que el espectador lo sepa en el momento indicado y del modo en el que el guión lo establece. No es difícil, tampoco, darse cuenta de que Entre dos mundos toma el conflicto árabe-israelí como tema centrar para examinarlo, a modo de alegoría, a través del prisma de los afectos propios de los vínculos. No hay acá un análisis socio-político, ni tampoco una postura que tome partido por uno de los dos mundos en conflicto. No hay propaganda.

En cambio, hay una historia donde la verdad, la aceptación y el amor son herramientas posibles para acercar a las dos partes. Y sí, hay algo de ingenuo en todo esto, pero ésa es la mirada que la película propone. Por otro lado, el ambiguo final bien podría ser todo lo opuesto a un final feliz. O no. Quizás es el primer paso para una reconciliación. Es un final que tiene su mérito al evitar los finales ya conocidos, pero también es verdad que su ambigüedadno puede resultar confusa o vacilante. Por eso mismo cada espectador sabrá leer lo que crea posible.

Hay dos aspectos centrales de Entre dos mundos que están muy bien logrados: las muy afinadas actuaciones, particularmente las de las dos mujeres protagonistas, y la construcción de la tensión, siempre presente y casi tangible, en relación a las consecuencias que podría tener ese secreto si fuese revelado. Ésta es una película donde lo que realmente pasa no está en lo explícito que pueden tener los diálogos, sino en el miedo de los rostros, la ansiedad que acompaña al discurso, la sensación de impotencia frente a un conflicto que, sin duda, puede destruirlo todo.

Entre dos mundos parte de una premisa simple para narrar una situación puntual que es parte de un contexto más que complejo. Si se cree que intenta dar cuenta del conflicto en toda su magnitud, entonces sería una película fallida. En cambio, si se acepta que solamente apuesta a explorar cómo los afectos de este grupo de personas son puestos a prueba, entonces es una película que, sin duda, logra lo que se propone. De hecho, tiene una honestidad emocional que, por momentos, logra ser conmovedora.

Entre dos mundos (Bein Haolamot, Between Worlds, Israel, 2016). Puntaje: 7

Escrita y dirigida por Miya Hatav. Con Maria Zreik, Maya Gasner, Yoram Toledano, Veronica Nicole Tetelbaum, Avi Dangur, Jamil Khoury. Montaje: Nissim Massas. Fotografía: Ran Aviad. Música: Jonathan Bar-Giora. Duración: 84 minutos.