El actor y director oriundo de Montevideo Daniel Hendler, que en 2010 filmó su primer largometraje Norberto apenas tarde, se dedicó a observar a los políticos entrenándose para favorecer su imagen, y señaló: “ son personajes interpretando personajes, como nos pasa a los actores”. Así nació El candidato, una muy bienvenida comedia trágica que integró la competencia internacional del Bafici y ahora es estrenada comercialmente.
El segundo opus del uruguayo se propone parodiar a un empresario exitoso en las redes sociales dispuesto a lanzar su carrera política. Martín Marchand, el candidato, y un séquito de fieles asesores, se reúnen en el paraíso feudal del empresario, su estancia -única locación del film-, para diseñar los spots de campaña. Y en esa casa, que luce imponente en cada plano general que propone el fotógrafo Lucio Bonelli, van transcurriendo las jornadas. Conspiraciones internas, sospechas y desencuentros van enrareciendo el devenir de los acontecimientos y de a poco se instala un clima de suspenso y desorientación.
Un mundo diseñado con manipulaciones publicitarias, donde está ausente cualquier proyecto social que incluya a otros, es, al menos, preocupante, piensa Hendler, y para sostener tanto pesimismo trabaja con altas dosis de humor y un impecable tono absurdo, todo diseñado por un elenco capaz de crear una atmósfera ambigua, de ficción dentro de ficción.
Para el personaje de Marchand, dibujado con oportuna afectación y rasgos paranoides, quién presta el cuerpo es el actor Diego De Paula. Verónica Llinás, componiendo una mujer de armas tomar que irrumpe para desequilibrar los planes del candidato, Ana Katz, aportando su universo gestual a Laura, la jefa de imagen y Alan Sabbagh, Matías Singer, César Troncoso y Jose Luis Arias componen singulares personajes aún navegando en cuerdas muy filosas, bordeando la caricatura. Un clima sofocante prepara el desenlace y es así como la comedia va cediendo terreno a su oponente complementario, la tragedia, que pasará a dominar el film.
Quizás la última media hora no logra el ritmo de la primera parte pero Hendler sabe hacia dónde se dirige y exprime a sus actores al máximo llevándolos a un crescendo dramático que era muy difícil de imaginar recién comenzado el film. Una película muy personal, que hace foco en la puesta en escena y la dirección de actores y que se presenta como una comedia trágica sobre siniestros personajes de las altas esferas del poder.
Y este oscuro camino recorre Hendler, buceando en la trampa de naturalizar lo falso como verdadero e interpelando al espectador sobre las elecciones morales que esconden las reglas de este juego.