Dr. Strange, de Scott Derrickson

Dr. Strange, la última película de superhéroes de Marvel, es la prueba más convincente de que Scott Derrickson es un realizador notable cuando se habla de cine fantástico mainstream. Si bien es verdad que su filmografía es un poco despareja, sus buenas películas están muy por arriba de la media. Por oposición al cine de autor, el cine de géneros se apoya en convenciones y fórmulas ya conocidas y probadas, por lo que no debería ser tan difícil que fuese eficaz. Sin embargo, muchos realizadores del Hollywood de hoy no consiguen darle un mínimo de vuelo o ni siquiera conocen bien sus mecanismos. Ése no es el caso de Scott Derrickson.

Y eso que su ópera prima Hellraiser: Inferno (2000, hecha en video), guionada por él mismo, es una de las peores películas de la saga Hellraiser – o quizás la peor. Pero su próxima película, El exorcismo de Emily Rose (2005), también con guión propio, es uno de los más sólidos e inteligentes abordajes al subgénero de posesiones y exorcismos. Es una película de juicio que se entrelaza con otra de terror, con la suficiente tensión en ambos terrenos como para que el interés vaya in crescendo y el miedo, muchas veces contenido, estalle siempre en el momento justo – las escalofriantes escenas de posesión son solo un ejemplo.

Después vino un gran tropezón con la aburridísima e insustancial El día que la tierra se detuvo (2008), que solamente dirigió, aunque los problemas más grandes no son de guión. Esta remake imperdonable del clásico de culto de 1951 es, lisa y llanamente, un impersonal tanque hollywoodense que es insoportable hasta para los espectadores que usualmente disfrutan de este tipo de productos en serie.

Por eso era difícil prever que su próximo proyecto, Sinister (2012) fuese una película de terror tan sombría, tan macabra, y, sobre todo, tan pero tan buena. Con una producción pequeña, casi sin efectos especiales, climas muy creepy y un guión del propio Derrickson que seguramente daba miedo ya al leerlo, Sinister fue una gran película que nos devolvió la fe en el tan vapuleado género del terror contemporáneo. Es de esas películas que no conviene ver justo antes de ir a dormir. Sobre todo si hay niños en la casa, porque nunca se sabe qué pueden hacer cuando están solos.

Ese tipo de terror no existe ni por casualidad en Líbranos del mal (2014), un policial con exorcismos varios (o una película de posesión atravesada por un policial) con algunos logros en la puesta en escena y en la fotografía, ´pero con un tono muy tono solemne muy poco adecuado, personajes muy planos, y una historia tediosa.

Y ahora tenemos a Dr. Strange, que siendo una tanque con todas las letras, bien podría haber sido un desastre total, es decir un tanque donde los protagonistas son el 3D y los numerosos efectos especiales de estéticas de un gusto dudoso. Películas donde todos los personajes, incluyendo a los principales, están apenas bosquejados y hablan con palabras escritas por malos guionistas, y no tal como se los lee en los comics. Pero Dr. Strange no tiene ninguno de estos problemas y sí tiene unas cuantas virtudes.

Stephen Strange (Benedict Cumberbatch), es un neurocirujano neoyorquino con un talento descomunal y un ego del mismo tamaño. Se sabe mejor que todos y no hace ningún esfuerzo por disimular su narcisismo. Educadamente, hace que los demás sientan que no están a su altura. Aunque hay una excepción: una bella colega, Christine (Rachel McAdams), por quien siente respeto, deseo, y la trata muy bien.

Una noche como tantas otras, Strange tiene un terrible accidente automovilístico en la ruta a raíz de su fascinación por la velocidad y por poner todo límite a prueba. Sobrevive al accidente, pero sus manos quedan destruidas. Si bien con el tiempo y muchas cirugías mediante es probable que pueda volver a usar sus manos, no va a poder operar nunca más.

Furioso y desesperado, Strange se va de viaje a un monasterio en Nepal donde quizás pueda lograr que sus manos vuelvan a ser las de antes. Allí conoce a una maestra ancestral de edad indefinida (Tilda Swinton) y a su díscipulo, que le van a enseñar unas cuantas cosas: a torcer la realidad, a controlar el tiempo y a crear universos alternativos. Es decir, se va a transformar en otro, en lo que se llama un hechicero supremo. Toda esta preparación tiene un fin my claro: enfrentar a los malvados de turno, Kaecilius (Mads Mikkelsen) y Dormammu (Cumberbatch, de nuevo), que están poniendo en peligro el equilibrio cósmico. Como premio, sus manos van a ser, de nuevo, esas manos de gran cirujano que él tanto ama. Exactamente las mismas manos.

Narrada ágilmente y con bienvenida liviandad, sin devaneos místicos innecesarios que desvíen la atención del relato, Dr. Strange despliega su trama ordenadamente, sin ser repetitiva o pretenciosa. Su estilizada forma fílmica nunca ahoga al corazón del drama, nunca está por encima de los personajes. Por eso, los impresionantes efectos especiales y la creación de pliegues en el tiempo y universos paralelos son tan efectivos.

Edificios, calles, ciudades enteras que se desdoblan geométricamente y se vuelven a armar y desarmar una y otra vez son verdaderos espectáculos visuales coreografiados magistralmente. Un uso psicodélico de formas y colores, una sensación de estar en otros mundos nunca vistos antes, hacen que Dr. Strange sea un gran espectáculo..

Como en sus películas anteriores, Derrickson muestra que sabe muy bien cómo dirigir a sus actores. Benedict Cumberbatch, Tilda Swinton, y Mads Mikkelsen están cada uno en un mundo distinto y sin embargo el mismo registro naturalista une a los tres. El diálogo es simple, nunca declamado y bastante coloquial (aunque con su toque de comic de superhéroe), a lo que se agrega un contagioso sentido del humor que aligera algunos pasajes donde lo vertiginoso y energético de la trama necesita un pequeño descanso.

No hay profundidad existencial, ni reflexiones trascendentes sobre el tiempo y el espacio, y no hay voluntad alguna de que las haya. No es necesario. Esto es entretenimiento puro, cine-acción en el mejor de los sentidos, un elaboradísimo diseño visual está al servicio de la historia, y no al revés. O sí, quizás un poco. Pero todo es tan seductor que esta vez el orden de los factores poco importa.

Dr. Strange (EEUU, 2016) Puntaje: 8

Dirigida por Scott Derrickson. Guión: Scott Derrickson, Jon Spaihts. Con Benedict Cumberbatch, Chiwetel Ejiofor, Tilda Swinton, Mads Mikkelsen, Rachel McAdams, Benedict Wong. Fotografía: Ben Davis. Música: Michael Giacchino. Duración: 115 minutos.