Zaneta, de Petr Václav

La ardua vida cotidiana de la comunidad de gitanos romaníes en la República Checa es retratada con realismo y sin golpes bajos por Petr Václav, y por eso mismo el sufrimiento nunca es mostrado de un modo gratuito. Hay acá un estado de las cosas donde la exclusión tiene todo tipo de formas y colores.

Zaneta es una película que de haber tenido otro tono, es decir otro registro, muy probablemente hubiese sido difícil de tolerar. Porque su historia es tan dolorosa, tan desesperanzada, que solamente puede ser asimilada si es narrada con cierto retraimiento, con un poco de frialdad, apelando a los recursos más nobles del drama y evitando todo atisbo de melodrama. Así, con esta premisa en mente, parece haber sido escrita y dirigida por el realizador checo Petr Václav, quien al comenzar su carrera se formó como un ávido documentalista. No por nada hay una impronta de realismo, una sensación de verdad, tan presente en Zaneta.

Se trata, en primer lugar, de una historia individual y singular con no pocos momentos intimistas y desdramatizados, con apuntes precisos sobre las tribulaciones del diario vivir, con una mirada siempre empática y nunca condescendiente. En pocos minutos, la historia individual central se proyecta en toda su dimensión social y política, y así adquiere su carácter universal.

Es que las historias de exclusión y las penosas circunstancias de los gitanos romaníes en la República Checa no son distintas a tantas otras historias de discriminación en tantos otros lugares. Los prejuicios y el racismo de los checos, “los blancos”, ahora cada vez más exacerbados por gobiernos de derecha, hacen que la vida de esta minoría en crecimiento sea mucho más difícil de lo que ya es de por sí. Casi no tienen acceso a empleos en blanco, son usualmente ignorados y agredidos por la policía y funcionarios gubernamentales, no reciben una buena educación, no tienen ningún tipo de respaldo social, se endeudan para poder subsistir y cuando las deudas se vuelven impagables, todo inevitablemente empeora.

Este es el mundo en el que vive Zaneta (Klaudia Dudová), en pareja con David (David Istok), quien parece estar desempleado desde que nació. Ambos tienen una hija chiquita, Sara, y también comparten la vivienda con Cuckoo (Sara Makulova), la hermana adolescente de Zaneta, que hace poco y nada. A veces con trabajos de limpieza, otras veces con changas, Zaneta trata, sin mucha suerte, de conseguir el dinero necesario para el día a día. Eventualmente, conseguir trabajo estable.

Claro que no es nada fácil porque, antes que nada, es romaní. Después, no tiene estudios y tampoco experiencia laboral. Entonces, se enfrenta a un callejón sin salida: si nadie la contrata porque no tiene experiencia, entonces nunca va a tenerla para después poder ser contratada. Por el momento, la única oportunidad que tiene es ser empleada en un establecimiento para personas con discapacidades. Y ahí también sospechan de ella porque, se dice, los romaníes no son muy trabajadores y faltan mucho. Algo de verdad hay en eso, ya que Václav también se encarga de mostrar facetas no muy enaltecedoras de los gitanos – incluso en el trato para con ellos mismos. Y hay que agradecerlo porque de ahí surge mayor verosimilitud.

Aún así, queda claro que le interesa mucho más señalar la opresión política y social, y la bajeza moral de quienes discriminan. En ese sentido, Zaneta es una película de denuncia dentro de lo que se denomina realismo social europeo; un terreno que los hermanos Dardenne conocen y exploran mejor, con más sutileza. Porque también es verdad, aunque resulte contradictorio, que a veces hay brocha gorda y estereotipos no muy felices en el retrato que Václav hace de sus compatriotas checos. Pero eso no quita que, grosso modo, el escenario que muestra sea auténtico.

Esa autenticidad también está en las interpretaciones de todo el elenco de actores no profesionales, comenzando con la de Klaudia Dudová que compone un personaje difícil de clasificar, una mujer a la defensiva, siempre alerta, pero con la sensibilidad y luminosidad como para relajarse cuando está en una fiesta y bailar. Como para, de vez en cuando, pasarla bien. A la vez, también hay algo opaco en su naturaleza que hace que, por momentos, no se pueda saber ver bien qué piensa o qué siente.

Quizás lo más crudo de todo el estado de las cosas sea que Václav se rehúsa a darle una clausura al derrotero de su protagonista, como si se resistiese a darle una salida. Pero también hay algo de esperanza que evita que un gran pesimismo lo oscurezca todo. Aunque tampoco se sabe muy bien cuánto puede durar. De ahí que aparezca otra cosa casi igual de destructiva: una incertidumbre eterna sobre el hoy y el mañana.

Zaneta (Cesta ven, República Checa-Francia, 2014) – Puntaje; 8

Guión y dirección: Petr Václav. Con Klaudia Dudova, David Istok, Sara Makulova, Maria Ferencova-Zajacova, Natalie Hlavacova. Fotografía: Stepan Kucera. Montaje: Florent Mangeot. Duración: 102 minutos.