
“Durante muchos años, hacer esta película fue para mí, un dilema ¿Cómo contar la propia historia cuando también es la historia de otrxs? ¿Para qué contar secretos, cuando se puso tanto empeño en conservarlos y no precisamente con miseria o maldad? ¿Por qué intentar que otrxs hablen de eso que les cuesta tanto decir?”, señala Agustina Comedi acerca de El silencio es un cuerpo que cae, su notable ópera prima documental que, efectivamente, revela no pocos secretos (a voces) de la historia de vida de su propio padre, Jaime, antes de que Agustina naciera.
La realizadara comienza su búsqueda recurriendo a numerosas cintas de videos hogareños – que acumulan un total de 160 horas – grabadas por su padre a lo largo de varios años, incluyendo una cinta grabada segundos antes del accidente que le quitó la vida. Comedi continúa su investigación para hablar de eso que no se habla a través de entrevistas con familiares, amigos y amigas. Las preguntas son cautas, amables en su tono, pero no por eso dejan de ahondar en lo más profundo de una vida.
Porque el retrato de Jaime que hace su hija no es solamente el retrato de un hombre y su historia singular, sino también es una crónica de los años de militancia política de izquierda en Córdoba durante los años 80. A eso se suma la historia de la sexualidad de Jaime, que estuvo en pareja con un hombre durante 11 años antes del nacimiento de su hija. Así, el abordaje es intimista, en primera instancia, pero en un segundo movimiento va de lo particular a lo general. Una y otra vez. En ese rítmico pendular, se trazan otras (no tan) pequeñas historias que conforman un gran lienzo donde aparecen colores que antes estaban censurados.
A diferencia de tantos otros documentales en primera persona donde el yo del realizador toma el centro del escenario – y a partir de ahí todo es un gran ejercicio narcisista- en El silencio es un cuerpo que cae la presencia de Comedi nunca, ni por un instante, opaca o deja en segundo plano sus historias. Cuando la realizadora habla de sí misma no es para llamar la atención, mostrarnos cuán perceptiva es o iluminarnos con sus conclusiones. En cambio, habla de ella pura y exclusivamente en función de la esencia del relato. Y en cambio de ofrecernos una película cerrada, nos encontramos siempre con una película viva e incompleta.
Si pensamos a El silencio es un cuerpo que cae como una película que cuenta secretos es imprescindible señalar que la manera en la que se corre el velo jamás pone el dedo en las llagas que quizás hayan quedado. Esto es así no solamente por la mirada amorosa de Comedi, sino también por su perspectiva juiciosa para saber qué preguntar y qué no, qué mostrar y qué dejar en fuera de campo. Es imprescindible dar cuenta de la vida de Jaime pero, por ejemplo, no sirve de nada conocer los detalles de su muerte repentina.
Y hay un elemento más que hace que este documental sea sobresaliente: su impronta de contemporaneidad en lo que se refiere a las sexualidades disidentes. Porque si bien estas historias singulares ya ocurrieron, y si bien estas crónicas de represión, maltrato y agresividad también están en el pasado, la verdad es que no cuesta mucho tender un puente hacia el presente y comprobar que incluso hoy en día gays, lesbianas, bisexuales, transexuales, intersex y queer son objeto de todo tipo de violencia.
Así, El silencio es un cuerpo que cae nos recuerda que los derechos que hoy tenemos son fruto de las luchas del ayer, pero también nos dice que en este presente que hoy vivimos las luchas continúan.

El silencio es un cuerpo que cae (Argentina, 2018). Puntaje: 9
Escrita y dirigida por Agustina Comedi. Fotografía: Agustina Comedi, Ezequiel Salinas, Benjamín Ellenberger. Montaje: Valeria Racioppi. Sonido: Guido Deniro. Duración: 72 minutos.