Adaptada de la obra teatral homónima, Dóberman se desarrolla en un único espacio y en tiempo real: una casa grande del conurbano durante una hora de una tarde de siesta como cualquier otra. Un escenario que no llama la atención, con el devenir de lo cotidiano y dos mujeres que se van a enfrentar de una manera poco feliz.
La casa es de Mercedes (Mónica Raiola), una cuarentona separada que, mientras prepara un tuco para agasajar a su hijo que llegará en breve, se la pasa charlando por teléfono con una amiga. Primero hablan del tuco, que es la comida favorita de su hijo, hablan de su perro dóberman, y después siguen otros temas: chismes, recuerdos, críticas, anhelos, quejas, envidias… de todo un poco. Nada extraordinario porque, de hecho, estas vidas son vidas grises.
Al terminar la charla por teléfono, llega Mirna (Maruja Bustamante), una mujer bien robusta con problemas psicológicos importantes, muy medicada (cuando habla, con lentitud, estira cada sílaba con una voz sin alma), con seis hijos y un marido que no le presta atención. Sin explicar nunca muy bien por qué vino a verla, Mirna se acomoda en el comedor de Mercedes, empieza a contar sus penurias y así comienza la conversación entre las dos mujeres . Los temas siguen siendo los lugares comunes de siempre: los celos, las infidelidades, el trajín del día a día, más chismes y más juicios de valor sobre todos y todas. Minutos antes del final quedará bien claro cuál es la razón de la visita de Mirna. Y así pasamos de lo común y corriente a casi una tragedia doméstica.
Doberman fue parte del ciclo Óperas Primas 2013 del Centro Cultural Ricardo Rojas, la escribió y dirigió Azul Lombardía con Mónica Raiola y Maruja Bustamante en los mismos roles. Para su adaptación para el cine la autora opta por no modificar el texto en ningún sentido y mantiene el registro entre costumbrista y casi grotesco. No busca, tampoco, una resignificación en términos formales para que la película se despegue de su origen teatral. Dicho de otro modo, lo que vemos aquí es teatro filmado. Y el teatro filmado tiene sus limitaciones.
Porque que el texto se mantenga tal cual bien puede ser un acierto. De hecho, este drama es tan rico, a pesar de su aparente nimiedad, que no hay razón para modificarlo. Y estas dos actrices son absolutamente sobresalientes. La impresión de verdad que transmiten es inmediata y se potencia gracias al uso de expresivos primeros planos. Y sí generan una tensión que va in crescendo en la medida en que va quedando claro hacia dónde va el final de la historia.
Por otra parte, el uso de una cámara en mano casi permanente distrae, sobre todo porque llama la atención sobre sí misma y porque es evidente que hay una voluntad de airear la puesta en escena para que no tenga el estatismo del teatro. Solo que al ser tan evidente es contraproducente. A la vez, toda la película está filmada en tiempo real y si bien el tiempo real transmite la inmediatez de la larga conversación, lo cierto es que aquí no funciona con el impacto que tiene en el teatro. Por momentos, se estira innecesariamente y se torna moroso. A esto se suma algunos saltos de montaje que de invisibles no tienen nada.
Doberman es valiosa por su texto, sus actrices y su dirección actoral. Porque es bien genuina. Y porque nos hace acordar a esos retratos pueblerinos que Manuel Puig sabía describir tan bien. Sus limitaciones están precisamente en el traspaso del teatro al cine, tarea riesgosa si la hay.
Dóberman (Argentina, 2019). Puntaje: 6
Escrita y dirigida por Azul Lombardía. Con Maruja Bustamante, Mónica Raiola. Fotografía: Eric Elizondo. Montaje: Nicolás Goldbart. Música: Mariano Otero. Dirección de arte: Santiago Badillo. Sonido: Maxi Gorriti. Duración: 72 minutos.