“El paisaje de La Pampa, que en realidad es la ausencia de todo paisaje, resulta una pantalla en blanco donde cada uno proyecta la fantasía que quiere. Allí, un chico que no puede aceptar la realidad por sentirla hostil, cambia los términos, y toma como realidad la ficción, ya sea la ficción del cine o la que le dicta su propia imaginación. En esa pantalla suya, la bondad es siempre premiada, y la gente buena es hermosa”, le dijo el escritor Manuel Puig a Felisa Pinto en 1973 cuando ella le propuso ser el protagonista del piloto de Identikit, un programa de entrevistas que buscaba difundir la obra de distintos escritores. El programa nunca salió al aire, solo existe ese único piloto, pero el testimonio de Puig fue recogido por el cineasta Carlos Castro para su documental, Regreso a Coronel Vallejos.
Es sabido que Manuel Puig nació en General Villegas, más precisamente en 1932, y allí transcurrió su niñez y una buena parte de sus adolescencia. Por otro parte, Coronel Vallejos es el nombre del pueblo ficticio donde el escritor sitúa la acción de sus dos primeras novelas: La traición de Rita Hayworth y Boquitas pintadas. Y si bien es un pueblo imaginario, casi todos parecen coincidir en que, en realidad, Puig retrató allí la idiosincrasia, los personajes, los secretos, y los amores de su pueblo natal. De hecho, el propio Castro, también nacido en General Villegas, recuerda que, siendo un niño, su propia familia comentaba que conocía a las personas en las cuales el escritor se había inspirado.
Tiempo después, cuando Castro cursaba la escuela secundaria conoció a Patricia Bargero, una bibliotecaria que fue a trabajar a Villegas luego de tener un accidente automovilístico que la dejó en silla de ruedas. Bargero compró la casa del escritor, la remodeló y se instaló allí. Con el correr del tiempo, se convirtió en una especialista en su literatura. En una de sus vueltas al pueblo, el cineasta fue a visitar a la bibliotecaria y fue entonces cuando se dio cuenta de que ella podría haber sido un personaje de una novela de Puig. Así nació este documental que habla de Puig, del pueblo, y de Patricia Bargero.
Como punto de partida, Castro y Bargero se proponen explorar cómo se fue articulando la relación entre los habitantes de Villegas y Manuel Puig, ya que el retrato del pueblo que aparece en sus novelas no es precisamente halagüeño. O, al menos, eso han dicho muchas veces los villeguenses. En el momento de la publicación de las novelas, y tiempo después también, muchos se quejaron de que Puig revelara asuntos personales de vidas privadas, sin ningún derecho, e incluso deformando la realidad. A punto tal que el periódico local publicó, a modo de réplica, una nota titulada: “General Villegas no es como dice Manuel Puig”. De más está decir que la nota tampoco fue muy amable para con el escritor.
Pero no todos piensan lo mismo. Muchos villeguenses disfrutaron de las novelas, las encontraron apasionantes, y no se sintieron tocados en su intimidad. Tal como dan cuenta los testimonios que recoge Bargero, la animosidad no era unánime. Hay otros villeguenses que no están ni de un lado ni del otro, casi como se mantienen ajenos a la polémica, apenas la observan y opinan con distancia. Lo que sí es muy significativo, y acá juega un papel importante la habilidad de la bibliotecaria como entrevistadora, es que para todos la presencia de Puig está marcada a fuego – les guste mucho, poco, o nada – y siempre aparece hasta en el comentario más simple, como si Villegas y Puig fuesen eternamente indisolubles.
Tres señoras amigas, un médico, un funebrero, estudiantes del secundario, Mempo Giardinelli, Felisa Pinto, Raquel Piña, y unas cuantas otras personas hablan sobre Puig y sobre Villegas, y al hacerlo también están hablando, directa e indirectamente, de Coronel Vallejos – a punto tal de confundir la realidad con la ficción. De a poco, se va creando un nuevo universo donde todo se mezcla y se resignifica con cada imagen y cada palabra. Porque también están los recuerdos del propio cineasta y de la bibliotecaria, que como todos los recuerdos no pueden ser sino subjetivos y personales. Es que al hablar de los otros – de Puig y de su madre – todos terminan hablando de ellos mismos.
Regreso a Coronel Vallejos es un documental ambicioso que satisface una buena parte de las expectativas que genera. No solo brinda una imagen general llena de detalles, sino que también tiene una cualidad afectiva que lo hace entrañable. No se toma nada a la ligera, pero tampoco cae en la solemnidad. Todas estas son elecciones inteligentes. Por otra parte, un material tan rico tiene mucha más tela para cortar y pide una mirada más inquieta. También hay cierta redundancia en la enunciación de las ideas centrales, y eso siempre resta. Algo parecido ocurre con la naturaleza explicativa de la voz en off.
De todos modos, es un documental que merece ser valorado por varios de sus hallazgos, antes que desvalorizado por sus ocasionales desaciertos. Entre sus aciertos también está el atractivo material de archivo que propone un nostálgico viaje al pasado, por ejemplo los clips de escenas claves de Boquitas pintadas, la exitosa y controversial adaptación fílmica que hizo el maestro Torre Nilsson.
Regreso a Coronel Vallejos (Argentina, 2017) Puntaje: 7
Dirigida por Carlos Castro. Escrita por Carlos Castro, Gustavo Alonso, basada en textos de Patricia Bargero. Con Patricia Bargero, Graciela Goldchluk, Mempo Giardinelli, Felisa Pinto, Edgardo Leiva, Manolo Rodríguez, José Luis Chavarri, Raquel Piña, Marta López, Noemí Formica, Blanca Pérez y Alicia Azparren. Fotografía: Ignacio Izurieta. Cámara: Patricio Ramos. Montaje: Leonardo Cauzillo. Sonido: Nicolás Volonté. Música: Fernando Alonso. Duración: 72 min.