
Dada la naturaleza impredecible del guión de The Stranger, sugiero que quienes no hayan visto la película no lean esta crítica todavía. Es mucho mejor enterarse de lo que pasa a medida que va ocurriendo.
Durante los primeros quince minutos entendemos poco y nada. Dos hombres se conocen en un autobús, entablan una charla amable y se cuentan un par de cosas. Uno de ellos, un ex convicto de bajo perfil, le ofrece al otro, un extraño de barba áspera y mirada inescrutable, un trabajo para ganar dinero fácil – no sabemos qué es, pero sí sabemos que es un delito. Al extraño le interesa y el ex convicto pronto lo contacta con otro extraño, un hombre misterioso y de barba hirsuta que lo va a introducir en una organización criminal – tampoco se sabe a qué se dedican. De noche, en un viaje en auto, el hombre misterioso interroga y estudia al extraño, quien habla poco y nada y evita responder a sus miradas. Nos damos cuenta de que hay un mar de fondo. Y no más que eso. Ni siquiera sabemos quién de estos personajes es el extraño del título.
Porque después de tanta ambigüedad hay una escena que revela cómo viene la mano. Ahora entendemos bien todo lo que ocurrió antes y creemos entender lo que ocurre en los quince minutos siguientes. Pero una nueva revelación -impensable, muy astuta- mueve todas las fichas del tablero. Así comienza la gran historia de El extraño, uno de los mejores thrillers recientes y también una de las mejores películas australianas que yo recuerde.

A pesar de que los nombres y algunos hechos de El extraño son ficticios, la trama se basó en hechos reales. Dirigida por Thomas M. Wright (Acute Misfortune), este thriller hace foco en la historia de la inmensa operación encubierta que realizó la policía australiana durante ocho años para dar con el paradero del hombre que secuestró y asesinó al adolescente de 13 años Daniel Morcombe, quien desapareció una tarde como cualquier otra mientras esperaba el autobús para ir a su casa en 2003.
El relato es zigzagueante y despliega una narrativa articulada alrededor del misterio y la revelación, en una primera instancia. A medida que va resignificando su premisa original lo que empieza siendo un caso de investigación de un homicidio termina siendo una exploración del vínculo complejo que se entabla entre dos personajes que están al borde del abismo. Y ya se sabe: cuando miras largo tiempo a un abismo, también éste mira dentro de ti.
Joel Edgerton interpreta a Mark, el policía encubierto, y Sean Harris a Henry, el asesino del adolescente. Se podrían escribir párrafos enteros acerca del calibre de sus interpretaciones. Basta decir que es imposible pensar esta película sin estos actores. Si tanto nos afecta lo que vemos – y también nos subyuga- es porque se hace imposible separar al actor del personaje. Simplemente están fundidos el uno en el otro.
Mark utiliza todos sus recursos para crear un clima de confianza y cercanía con Henry, apostando a que la confianza haga que Henry hable más de la cuenta y termine revelando su participación en la desaparición y homicidio del adolescente. Lo que Mark probablemente no anticipó es que este caso tan descarnado iba a agobiarlo tanto. Es evidente que ya carga con sus propios demonios, menos entonces necesita tener tan cerca los demonios de los otros.

Por eso, a diferencia de otros thrillers que se ocupan solamente de la investigación, resolución del crimen y su impacto en la comunidad, El extraño examina el trauma personal, íntimo, en la psiquis del policía encubierto. Sus sueños perturbadores e invasivos configuran uno de los espacios donde sus miedos afloran. Pero tampoco encuentra mucha paz en la vigilia siempre tan atenta y alerta. Tampoco nosotros podemos estar relajados dentro de un clima de tanta tensión y misterio.
Con un montaje que privilegia elipsis bruscas e inesperadas, alterando el tiempo cronológico, Wright enfatiza las idas y vueltas del derrotero de sus personajes; como si se desplazaran a lo largo de un sinfín. También nosotros nos confundimos, queremos saber más, estamos pendientes de la posible confesión de Henry y cuando creemos que ya está todo dicho aparece una vuelta de tuerca más.
Sombrío es el drama y así lo refleja la fotografía que privilegia las sombras por sobre las luces, las siluetas en vez del cuerpo entero, los rostros que se pierden en la oscuridad. Sin colores vivos, mucho menos primarios, la paleta abunda en negros, grises y marrones y así se establece un tono entre mortuorio y lúgubre. No sería exagerado decir que, por momentos, El extraño es una película de terror.
Cuando termina es muy probable que queramos volver a verla. Quizás solamente para saber cómo es la experiencia cuando ya sabemos todo. Personalmente, creo que es todavía más disfrutable. Ahora, eso sí: el nerviosismo y el malestar siguen presentes.