As bestas, de Rodrigo Sorogoyen

La ambigüedad de lo bestial

La última película del madrileño Rodrigo Sorogoyen tiene muchos aciertos, uno de los más significativos es brindarnos la oportunidad de percibir los hechos desde múltiples perspectivas. Y lo hace apelando a una gran diversidad de elementos genéricos (thriller rural, drama familiar, terror, crítica social), en un relato plagado de escenas atravesadas por la tensión derivada del qué pasará, cuándo sucederá, por qué lo hacen.

As bestas nos sitúa en una aldea rural de Galicia, donde se han establecido Olga y Antoine, un matrimonio francés, con la idea de llevar una nueva vida alejada de la ciudad, en armonía con la naturaleza, explotando su huerta y reparando las casas de la pequeña villa para favorecer el repoblamiento. Pero sus deseos y ambiciones chocan con algunos de los escasos habitantes del pueblo, en particular con los hermanos Anta, quienes ven a los nuevos pobladores como un obstáculo para escapar de su vida miserable, a través de la oferta de una multinacional noruega que quiere comprar los terrenos de la aldea para instalar un parque eólico. O todos venden o no hay dinero para nadie, sentencia la empresa. El matrimonio francés se niega y el conflicto está servido.

A lo largo de 137 minutos, Sorogoyen e Isabel Peña, su coguionista, distribuyen con sabiduría escenas plagadas de tensión dramática en las que ofrecen alternativamente el punto de vista de los participantes del drama obligando a los espectadores a involucrarse racional y emocionalmente con lo que están viendo. ¿Quién tiene razón? ¿Qué haría yo si estuviera en su lugar? ¿La mujer tiene una mayor inteligencia emocional que el hombre?

Si bien Sorogoyen huye de planteamientos maniqueos para responder a estos interrogantes al optar desde la puesta en escena por un punto de vista externo en los momentos más deliberativos, la arquitectura narrativa diseñada por los guionistas evidencia una clara toma de posición respecto al fondo del asunto que expone la película.

Porque más allá de la trama criminal, la segunda parte de la película, centrada en la mirada femenina adquiere dimensiones existencialistas sobre el derecho a elegir el tipo de vida que cada uno quiere y resonancias históricas en torno a la opción por la dignidad y la búsqueda de justicia. Buscado por los autores o no, eso no importa, esta ficción recuerda la perseverante lucha por la verdad, sin venganza, de los familiares de víctimas de las dictaduras latinoamericanas y franquista.

El comienzo de As bestas es contundente y sugerente. En un prólogo que estará escindido de la diégesis de la película, la cámara de Sorogoyen registra una práctica ancestral del mundo rural gallego: As rapas das bestas, donde jóvenes luchan con caballos salvajes para inmovilizarlos y así poder cortarles las crines, desparasitarlos y marcarlos, para luego devolverlos a la naturaleza. Pero el espectador probablemente nada sepa de este ritual, por lo que estará expuesto a una intrigante danza en cámara lenta entre los hombres y ¿las bestias?, una danza que se abre a múltiples lecturas, donde conviven la violencia y la querencia, y cuyas imágenes permanecerán aletargadas en el inconsciente del espectador hasta que cobre significación en uno de sus momentos más dramáticos.

Este momento dramático, donde reverberan las formas y el enigma del prólogo, será el desenlace de una sucesión de acontecimientos que irán sumando capas de incertidumbre al relato, provocando la ansiedad del espectador a través de un trabajo con la tensión dramática formidable, que confirma a Rodrigo Sorogoyen como el maestro del thriller español contemporáneo, un galardón que fue forjando a lo largo de sus anteriores trabajos, como Que Dios nos perdone (2014), El reino (2018), o Madre (2017), su inquietante corto que le valió una nominación al Oscar.

Para alcanzar esta maestría, el director español se vale de una puesta en escena variable, por momentos cercana al western clásico, donde la espera de un acontecimiento dramático e inevitable ocupa todos los espacios, y en otros, a través de situaciones propias del cine de terror, donde la amenaza patente o latente eleva la ansiedad del espectador hasta lo insoportable. La película también transita el drama familiar, con un sistema de planos y contraplanos y cámara en mano que refleja la alternancia de emociones y razones, así como en otras escenas, la cámara permanece inmóvil, convirtiendo al espectador en un testigo privilegiado de un duelo verbal protagonizado por unos fantásticos actores que convierten a sus personajes en un manojo de nervios a punto de estallar.  

As bestas evidencia el buen momento que vive el cine español, con un 2022 en el que no escasearon otras propuestas valiosas, como Alcarrás, Mantícora, Pacifiction y Cerdita, y que registró un fuerte incremento en la recaudación, aunque todavía por debajo de las cifras pre pandemia, cuando la presencia de las plataformas no era tan fuerte. La película de Sorogoyen, convocó desde su estreno a casi un millón de espectadores, una cifra nada desdeñable para una propuesta de cine industrial de calidad y que contribuyó a que la cuota de pantalla del cine nacional en España se ubique por encima del 20%.