La culpa, de Gustav Möller

Pontypool (2008) es una película canadiense de terror dirigida por Bruce McDonald en la que un locutor de una pequeña estación de radio recibe llamadas de oyentes desesperados que dicen que un virus desconocido está infectando a los habitantes de zonas rurales de Ontario. Concretamente, los está transformando en una suerte de zombies. Toda la película transcurre dentro de la radio, casi en tiempo real, solo escuchamos a los oyentes y nunca los vemos, pero sin embargo nos imaginamos el horror que está en fuera de campo como si lo estuviéramos viendo. O incluso peor.

Lo mismo pasa en la recientemente estrenada La culpa (2018), un notable thriller danés dirigido por Gustav Möller, en el que un ex oficial de policía devenido operador telefónico del servicio de emergencias durante el turno noche recibe una alarmante llamada de una mujer que está secuestrada en una camioneta en algún lugar desconocido. Lo que sigue son los intentos del ex policía por ubicar y liberar a la mujer con la ayuda de las fuerzas del orden. Toda la película está filmada dentro de su oficina, casi en tiempo real, solo escuchamos la voz de la mujer (y eventualmente otras), pero nunca vemos a quienes llaman. Como en Pontypool, el potencial dramático del fuera del campo está explorado magistralmente y nuestras imágenes mentales no pueden sino ser perturbadoras. Sobre todo a medida que avanza el relato.

El título original de La culpa es Culpable y no es un dato menor. Pero en aras de mantener el suspenso es mejor no saber por qué. Es que hay no pocas sorpresas en esta pequeña gran ópera prima y su sentido final resulta de cómo muy cuidadosamente se va resignificando la premisa. La culpa es mucho más que un thriller o, mejor dicho, es un thriller de los buenos, esos en los que el misterio y su resolución están al servicio de hablar de algo que trasciende la anécdota. Y como en los mejores thrillers aquí no hay puntos de giros y vueltas de tuerca arbitrarias ni resoluciones caprichosas. Todo funciona con tanta lógica como coherencia.

Con no pocos matices el actor danés Jakob Cedergren interpreta a Asger Holm, el ex policía degradado a operador telefónico, que muy a su pesar tiene un importante esqueleto en el placard – ya desde el comienzo hay un par de pistas. Y eso que habita en su pasado tiene una relación directa con su necesidad y su creciente angustia por salvar a la mujer secuestrada. Se podría hablar de redención o, más precisamente, de la posibilidad de la redención. El encierro, el propio y el ajeno, real y simbólico, es otro tema que atraviesa la película. Y, otra vez, mejor no saber más nada.

Original y contundente, desconcertante y desestabilizadora, La culpa tiene una tensión in crescendo que hace que uno esté siempre atento, tratando de adivinar qué va a pasar a lo largo de una historia que, en gran medida, es imprevisible. Todo un hallazgo.

La culpa (Den skyldige, Dinamarca, 2018). Puntaje: 8

Dirigida por Gustav Möller. Escrita por Emil Nygaard Albertsen, Gustav Möller. Con Jakob Cedergren, Jessica Dinnage, Omar Shargawi, Johan Olsen, Maria Gersby. Fotografía: Jasper Spanning. Música: Carl Coleman, Caspar Hesselager. Duración: 88 minutos.